ENTRADA FRIKI: HARRY POTTER EN EL SIGLO XVII ESPAÑOL
Para empezar, aviso que nadie se ponga corriendo a buscar comedias de magia (hay bastantes en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes) porque no van a ser como leer Harry Potter: de hecho, yo me llevé un chasco, porque así sobre el papel son bastante aburridas. Tenemos que tener en cuenta dos cosas: estamos hablando de teatro, por lo que en el texto falta toda la tramoya y la representación en sí, y por otro lado estamos hablando de teatro de hace unos cuantos siglos. Los espectadores de entonces no eran los de ahora y el teatro de la época tenía sus convenciones, sus clichés, etc. Además, por supuesto que estas comedias de magia, aunque sean fantásticas, reflejan la sociedad de su tiempo, por lo que abunda el sexismo, la diferencia abismal entre clases, etc. Sin embargo, me encontré similitudes sorprendentes y muy interesantes entre las comedias de magia que leí y los libros de Harry Potter, y quiero compartirlas con vosotros (tranquilos, que solo os voy a hablar un poco por encima de mis hallazgos: no os daré la chapa).
La primera semejanza es la espectacularidad. Sorprendentemente, en los libros de Harry
Potter aparecen numerosos “efectos especiales” que tienen su equivalente
casi directo en las comedias de magia. La lista de efectos es amplísima, pero
muchos de ellos se repiten casi hasta la saciedad si no en todas las comedias
que leí, sí en la mayoría. Empecemos por las llamadas “apariciones”:
gracias a un escotillón (una trampilla en el suelo del escenario), el mago o el personaje u objeto designado por él puede
aparecer o desaparecer por arte de magia. El paralelismo más evidente con un
hechizo de Harry Potter se produce
con una habilidad que recibe prácticamente el mismo nombre: aparecerse. Este conjuro le permite al
mago, básicamente, teletransportarse.
Este “efecto especial” tiene un efecto derivado también muy empleado en las comedias de magia, que es la aparición de soldados o de un ejército que acuda a socorrer al mago o a quien este quiera proteger. Este truco también tiene un equivalente en Harry Potter: en el último libro de la saga, antes de la batalla final contra el malvado Voldemort y sus aliados, una de las profesoras del colegio Hogwarts da vida a las estatuas de la fachada del colegio y los utiliza como soldados. El hechizo combina dos trucos muy usados en la comedia de magia: la ya mencionada aparición de ejércitos mediante la magia, y la animación de objetos inanimados y sobre todo de estatuas.
Otro truco empleado en numerosas ocasiones en las comedias de magia es la transformación de una persona, un animal o un objeto en todas sus versiones. Esto también ocurre sistemáticamente en Harry Potter: de hecho, una de las asignaturas del colegio Hogwarts se llama “Transformaciones”. De las transformaciones en animal hay incontables ejemplos: existe un tipo concreto de mago llamado animago que se puede convertir en un animal específico a voluntad. Además, también se puede transformar a otro en animal: es lo que hace un profesor con un alumno díscolo en el cuarto libro. Respecto a las transformaciones de espacios, también existe un paralelismo evidente: el colegio Hogwarts, escenario principal de Harry Potter, es un castillo en constante transformación.
Una transformación también muy usada en las comedias de
magia y con equivalente en Harry Potter
es la transformación en otra persona. En Harry
Potter existe una poción llamada multijugos que sirve para transformarse en otra persona
a elección, aunque dura un tiempo limitado. Podría continuar enumerando
“efectos especiales” que comparten la saga literaria y cinematográfica Harry Potter y las comedias de magia,
pero la entrada se haría demasiado larga. La siguiente semejanza que comentaré son lo que llamé los “lugares comunes”:
líneas argumentales, motivos, tópicos y escenarios similares en ambas
ficciones.
Uno de los “lugares comunes” más importante por su
implicación en la trama general de Harry
Potter es la concepción de la magia como ciencia que se aprende. Harry Potter está tremendamente basado
en esta idea, puesto que el escenario más relevante es el colegio Hogwarts,
donde estudian los protagonistas de la historia. Aunque no haya escuelas como
tal en las comedias de magia, sí hay maestros que enseñan al mago. En Harry Potter se lleva a cabo el mismo
proceso: en Hogwarts hay numerosos profesores que instruyen al protagonista y
sus amigos, de los cuales el más importante es el director Dumbledore.
Otro “lugar común” esencial que comparten Harry Potter y las comedias de magia es la idealización. El mundo que muestran estas ficciones no es el mundo real, y no solo porque haya criaturas fantásticas o exista la magia: los personajes actúan según unas pautas morales determinadas, y aquellos que no las siguen son los “villanos”. Por supuesto, los héroes y los villanos son claramente diferenciables, no como en nuestra realidad en la que todo es tan difuso y gris. Los magos buenos, tanto en Harry Potter como en las comedias de magia, no usan su magia en beneficio propio, y todo siempre acaba bien.
Existen muchos más “lugares comunes”
entre las comedias de magia y Harry
Potter, pero no voy a hablar más de ellos porque ya estoy abusando de vuestra consideración. La última
semejanza que comentaré es el público. En el siglo XVIII, las comedias de magia
alcanzaron a un público no solo numeroso, sino además muy amplio y variado: en
otras palabras, este género se convirtió en “apto para todos los públicos”,
como se califica hoy en día a muchas películas. Los padres y los niños podían disfrutar
de la obra por igual. En este punto, encontramos otro paralelismo con la saga Harry Potter, porque está enfocada al
público infantil y los lectores y espectadores de estos libros y películas son
mayoritariamente niños, aunque no son los únicos porque muchos jóvenes y
adultos también disfrutan con Harry
Potter, como se hacía siglos atrás en España con las comedias de magia.
En fin, eso es todo. Si os pica la curiosidad, podéis preguntarme lo que queráis. ¡Espero que os haya interesado! Y para los que no os gusta Harry Potter, a ver si os animáis...
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